2/6/09

Una noche impactante


M
is padres, mis hermanos, mis abuelos… ¡todos! hasta mis amigos, dicen que soy muy mayor para dormir con la luz encendida, bueno, puede ser, pero no lo pensarían si les hubiera pasado lo mismo que a mi.
Todo empezó el 9 de julio de 1997. Cuando yo tenía 3 años, mis padres, mis hermanos y yo nos mudamos de casa, aunque estaba solo dos calles más abajo. Era una casa grande, con muchos jardines con flores, con columpios… Lo que más me alegró, fue que mis padres me dijeron que podía tener un perro. La casa, por dentro, era igual de bonita que por fuera, era muy amplia, tenía un salón con una tele de pantalla plana junto con muchos juegos y consolas, y, en el baño, ¡había una ducha de hidromasaje! El piso de arriba era genial, pero, al pasar por delante de mi nueva habitación me dio una sensación, no sé porque, tenía el presentimiento de que no era muy buena; aunque mirándolo bien, mi habitación era muy bonita; tenía las cortinas, el edredón, los juguetes, la cama… todo nuevo, excepto mi osito Tedi, a través de la ventana se veía una hermosa playa con la arena blanca y el agua cristalina.
Cuando llegó la hora de irme a dormir, yo estaba muy ilusionado porque estrenaba habitación, en cambio mis hermanos se quedaron en el salón viendo la tele.
Al acostarme con mi osito Tedi, tuve otra vez esa sensación que me ocurriera al entrar en mi habitación por primera vez. Noté una presencia, pero mis padres aún estaban recogiendo la mesa, mis hermanos estaban viendo la tele y, el perro… ¡espera, aún no teníamos perro! Esa noche se veía resplandecer la luna en el agua y se escuchaba al viento mover las ramas contra mi ventana. A las 12 de la noche ya estaba todo el mundo durmiendo excepto yo, que aún seguía sin conseguir dormirme. Oí un crujido tras otro y vi. una sombra, pensé que podría ser uno de mis hermanos gastándome una broma, pero, al instante percibí un ser horroroso acercándose hacia mi chorreándole sangre de entre sus dientes putrefactos. Después de eso solo vi como se lanzaba hacia mi y me arañaba en el brazo derecho, luego vi como huía tras oír el ruido del teléfono al sonar.
Cuando me desperté estaba empapado de sudor y temblando bruscamente de terror y pensé que se tratara de una pesadilla, pero, al ver aquel profundo arañazo en mi brazo supe que nunca se tratara de una pesadilla. Jamás olvidaré esa terrible noche en la que se oía ulular al viento entre las sombras.


María y Lara